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Resulta
poco menos que imposible obtener datos fidedignos de cualquier pequeño
pueblo de nuestro país, a menos que en él hayan acaecido sucesos históricos
de una cierta importancia, que no es nuestro caso. Por lo tanto, en la
mayoría de los casos, tenemos que acudir a fuentes de transmisión oral,
que hemos recibido de nuestros mayores.
La primera pregunta que se nos ocurre es el porqué de
la existencia de tres barrios en Puerto Castilla. Yo recuerdo que esa
pregunta se la hice a mi abuela siendo bien pequeño y ella me respondió,
con naturalidad, que era debido a que allí, en un principio, se había
establecido una familia con tres hijos, y se llevaban tan mal, que tuvieron
que separarse para no estar todo el día peleándose.
En la Edad Antigua, los romanos colonizaron toda España,
y fueron famosas sus vías de comunicación, las célebres "calzadas romanas",
con unidades de medida, como nuestros actuales postes kilométricos, que
se denominaron "miliarios" (en latín, "millia passum"). En el límite de
la provincia se conserva aún, en la parte extremeña, los restos de una
calzada que uniría la calzada existente en el Puerto del Pico, con la
Vía de la Plata que pasaba por Plasencia. Yo recuerdo que a la salida
del puente de San Julián existían unas "piedras" típicas de una calzada
romana (enormes y planas), según se viene de El Barco de Ávila a la izquierda,
en un paraje denominado prados "Caminos Reales", porque indudablemente,
al pasar los años, la calzada se convirtió en un camino real.
En la Edad Media hay dos hechos importantes:
Una batalla contra los moros que se dio en la "Vega
del Escobar", tan encarnizada, que se le acabaron las lanzas y las flechas
y tuvieron que emplear las piedras como armas de ataque y en la que se
derramó tanta sangre, que allí no volvió a crecer la hierba y sólo hay
escobas y piornos. La tradición cuenta que estando los cristianos a punto
de perecer, apareció por aquellas sierras Santiago, el "matamoros", a
decidir la batalla del lado de la Cruz. Existe, camino de la laguna del
Duque, una señal en un peñasco que, desde que fuimos por primera vez por
allí, nos la enseñaron como una huella del caballo blanco de Santiago.
Parece ser que la existencia de esa refriega fue el origen del nacimiento
de numerosos pueblos, puesto que los campamentos cristianos del rey (Casas
del Rey) y de los señores que le ayudaron (Casas del Abad, Gil García,
incluso Santiago de Aravalle) dieron lugar a otros tantos pueblos de la
zona.
La otra es la existencia de unos bienes comunales (que
actualmente se denominan "Los comunes") que eran la donación hecha por
el Rey a los habitantes que iban a poblar las tierras conquistadas a los
moros, para con esa dádiva, muy importante en aquélla época, poderse establecer
allí. Hoy día existe un documento en que se dan las pautas para su funcionamiento
durante un período de cien años, contados a partir de 1907.
En la Edad Moderna nos consta que por allí paso el emperador
Carlos V para llegar a su retiro de Yuste, puesto que están documentadas
sus estancias en El Barco de Ávila y en Tornavacas. Creemos que en estos
años es donde se debió fundar el pueblo, puesto que estamos convencidos
que el apogeo de la Meseta y de la trashumancia fue lo que hizo renacer
los pueblos al comienzo y al final del puerto de Tornavacas, y es que,
hasta hace poco (año 1942), el lugar se denominaba Casas del Puerto de
Tornavacas. Así que aparecería como un lugar en el que pastores y ganados
se tomaban un descanso después de haber ascendido, con sus dificultades,
el citado puerto.
La invasión napoleónica también tuvo su leyenda en estos
lugares. Según cuenta la tradición, las tropas francesas con base en Plasencia,
hicieron una incursión a lo largo del valle del Jerte, arrasando cuanto
se encontraban a su paso. Avisados los pueblos castellanos, prepararon
una estratagema, para intentar hacer que dichas tropas desistieran en
sus intentos de seguir progresando en aquella dirección: se les ocurrió,
como eran ganaderos, colocar por la noche a todas las vacas disponibles
con unas antorchas en sus cuernos, simulando la presencia de grandes cantidades
de tropas, en el Alto del Puerto y sus alrededores, cosa que, según parece,
consiguió que los invasores regresaran a sus bases.
Poco después, en los tiempos de Fernando VII, con aquellas
intrigas turbulentas de los liberales y los absolutistas, uno de los responsables
del Banco de España, viéndose perdido, recogió todo el oro en monedas
que pudo cargar en sus mulos, y huyó hacia estas tierras, donde tenía
amigos muy influyentes. Al verse perdido, decidió enterrar el oro, para
volver a por ello cuando las cosas estuvieran más calmadas. No quedó muy
claro donde pudo dejarlo, según unos en la Vega de la Umbría y según otros
en la garganta Candaleda. Lo que si es cierto que en cada uno de los habitantes
del pueblo subsiste la idea de las ollas con las monedas de oro, porque
cuando, en aquellos parajes, al hacer una zanja surge del suelo algún
resto de barro, ya sea ladrillo u otra cosa semejante, la gente piensa
en el tesoro, que atribuyen a los "Rullos", personajes de aquella época,
como decimos, muy importantes en toda la comarca de El Barco de Ávila.
En tiempos más recientes, tenemos que decir que en la
Guerra Civil (1936-39) y a pesar de las numerosas incursiones de gentes
armadas, el alcalde y los notables del lugar impidieron derramamientos
de sangre en él, que al final de la contienda, en el año 1940, un vecino
del pueblo le rebautizo con el nombre de Puerto Castilla (que posteriormente
se convirtió en Puerto-Castilla) y que en los finales de la década de
los 40, se descubrió un mineral de wolframio en diversas zonas del pueblo,
incluso un filón estaba próximo al cementerio, en una época en que dicho
material se utilizaba en las corazas de los tanques y no olvidemos que
en aquélla época se desarrollaba la guerra de Corea, así que el mineral
se pagaba a un alto precio, por lo que el pueblo tuvo un importante auge
económico.
De todas maneras la economía del pueblo ha estado ligada,
fundamentalmente, a la ganadería: eran famosas sus vacas avileñas, que
pasaban la primavera en Extremadura y luego subían a los agostaderos (donde
se aprovechaban de otra primavera, lo que hacía que su tamaño fuera mucho
mayor de lo habitual) y en menor medida, a la agricultura, produciendo
patatas y alubias blancas. Hoy día, tanto lo uno como lo otro, se ha visto
reducido en gran medida. No debemos olvidar la "parada" de caballos y
burros ("garañones") que existía en el pueblo. Todavía se puede admirar
en casa de los familiares de sus propietarios los diplomas obtenidos en
numerosas exposiciones nacionales.
No queremos finalizar esta historia sin rendir un tributo
de admiración a la organización de los agostaderos, la Dehesa "Pié de
los Santos", la "Hurraleda" y la "Peña del Cuervo", modélicas en sus estatutos
de tipo democrático, que están divididas en acciones, según su extensión,
tantas como vacas podían mantener, y que pertenecían a todo el pueblo.
En ellas se podían mantener las vacas que cada cual tenía y, además recoger
la leña que cada uno necesitase. Además se vendían los "piornos", enormes
escobas que los vecinos de otros pueblos sin "sierra" descuajaban y se
llevaban en enormes caravanas de carros, que, en verano transitaban por
las carreteras. Hacían, además un buena labor en las tierras, porque limpiaban,
como realmente hay que hacerlo, durante un tiempo importante de estos
arbustos todas esas tierras, con lo que aumentaban la superficie herbácea
del agostadero. Hoy día eso ha desaparecido y la entrada de gentes extrañas
a estas ideas y con pocas ganas de trabajar, han introducido máquinas
que, logran lo mismo, pero no de la manera idónea.
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